Las tijeras se convierten en una herramienta fundamental en el trabajo de García Villegas... Recortes de papel y pintura que, combinados entre sí, nos aproximan al pop arte a la búsqueda de la profundidad de unas imágenes planas. Retratos que bajo una perspectiva ácida critican el mundo y donde sus personajes, a menudo iconos de nuestro tiempo, nos proyectan hacia un nuevo significado de lectura directa, accesible e inteligente.
Terminada la Guerra Civil española y siendo todavía un niño, empezó a trabajar en la empresa de artes gráficas de su familia, sin embargo, aprovechaba las tardes para preparar las pruebas de acceso para la Escuela Llotja. En el año 1948 fue uno de los fundadores del grupo Flamma, que se caracterizó por el trabajo mural de tipo religioso hasta que se disolvió en 1957. De esta etapa, Albert García Álvarez conservaría el interés por la pintura de gran formato así como por el uso de la línea fuertemente marcada y expresiva. No obstante, después de esta primera etapa figurativa, la obra de García Álvarez viraría hacia una abstracción marcada por el expresionismo abstracto y la abstracción geométrica que pudo conocer de primera mano durante la década en la que residió en San Francisco, ciudad natal de su esposa. En 1972 le ofrecieron una plaza de Senior Lecturer en la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), que aceptó. La plaza, que en principio era temporal, se convirtió en permanente hasta el año 1995, cuando se retiró. Durante este período compaginó el trabajo docente con un fuerte compromiso por su parte y un gran reconocimiento de sus alumnos, con el trabajo creativo. A pesar de su convencido alejamiento del mercado artístico, ha realizado numerosas exposiciones individuales y ha participado en muchas colectivas sobre todo en Nueva Zelanda y los Estados Unidos. En este aspecto, se ha de destacar que en el año 1958 realizó la que fue su última exposición en Barcelona, en la Sala Jaime’s, hasta la que organizó la Fundació Vila Casas en los Espais Volart en abril de 2017.
Empezó la carrera fotográfica en 1995 a los 65 años, después de participar en varios talleres formativos en el Festival Rencontres d’Arles de ese mismo año. Hasta el momento se había dedicado al negocio de la fabricación y venta de lámparas. No obstante, y a pesar de la tardía incorporación en el terreno artístico, Garcin ha publicado varios libros de fotografía y ha expuesto en más de cien ocasiones en países como Francia, Grecia, Portugal, Cuba, los Estados Unidos, el Brasil, el Canadá o Hungría. Trabaja el fotomontaje en blanco y negro a partir de técnicas analógicas. Sus fotografías rezuman una fina ironía en el tratamiento de los temas y es habitual que aparezca él mismo en escenas que recuerdan imágenes cinematográficas de los inicios del siglo xx con referentes como Jacques Tati, entre otros.
Se inició en la pintura en los años treinta. Al principio su obra se caracterizaba por un realismo estricto, pero evolucionó hacia un simbolismo con un resultado de apariencia fantasmagórica u onírica, con figuras que a menudo nos aparecen con una crudeza hiriente. Empezó en el estudio que compartía con Grau i Sala y en 1932 estudió dibujo al natural en el Círculo Artístico. Después de presentarse en los Salones de Primavera y de Montjuïc, lo hizo, individualmente, en Madrid en 1948, donde fue seleccionado para el Salón de los Once. Expuso también en las Galerías Layetanas los años 1949, 1953 y 1957 y la Sala Parés en 1981, 1983 y 1986. Expuso también en Bilbao y Santander, y en exposiciones colectivas del Instituto Carnegie de Pittsburgh y de la primera y la tercera Bienal Hispanoamericana.
Se formó de manera autodidacta en el terreno de la pintura, que era su auténtica vocación. Hijo de librero y nieto de linotipista, se educó en un entorno de gran sensibilidad por la literatura y las artes gráficas que lo acompañaría a lo largo de toda la vida. Su estilo, forjado a partir de influencias del surrealismo y el expresionismo, evolucionó hacia la abstracción, alterada solo por la inclusión de símbolos, arabescos, letras y algunas referencias a la figuración. De una plasticidad impregnada de colores vistosos, su pintura se caracteriza por unos trazos vigorosos, casi impulsivos, y por una estética cercana al onirismo en que las formas abstractas se mezclan con paisajes de referencias figurativas.
Sus esculturas giran en torno al cuerpo desnudo femenino, un cuerpo que simboliza la fertilidad y el misterio de la creación. En el proceso creativo hace confluir la madera y las placas metálicas, un material cálido y un frío que se unen para generar un diálogo y un contraste entre lo orgánico y lo inorgánico. Este contraste generado por la comunicación de los materiales con la obra a menudo conduce al artista hacia un proceso de abstracción de las formas que las aligera y las hace más ágiles, y donde el espacio, el aire, pasa también a formar parte de la propia escultura.
Pintora y artista gráfica de espíritu poético y metafórico. Regina Giménez elabora un mundo a caballo entre lo real y lo imaginario mediante globos terráqueos, barcos o faros; objetos que nos evocan la soledad y que nos invitan a un viaje introspectivo a través del infinito hacia parajes desconocidos. La artista fabrica auténticos escaparates alejados de su intrínseca cotidianidad postindustrial y consumista. Collages que combinan la disciplina fotográfica con la vertiente más artesana y que, mediante la fusión de naturaleza y mundo urbano, convergen en arquitecturas de paisajes casi abstractos.