Formada en diversas disciplinas como la pintura, el dibujo, el grabado, la escultura y la joyería, Tania Font ha trabajado en la escenografía para teatro y televisión en numerosos proyectos, así como también en la realización de escultura científica hiperrealista para museos en colaboración con el biólogo Ramon López. Su producción artística, centrada en la escultura y la pintura, destaca por la presencia de la figura humana, con una atención especial a las mujeres. Con la voluntad de explicar experiencias subjetivas, su obra reflexiona sobre la construcción y deconstrucción del sujeto femenino, así como sobre la difícil relación que las mujeres han mantenido con la palabra: una larga historia de silencios.
Durante toda su trayectoria artística ha compaginado la escultura y la pintura con el diseño gráfico. En 1996 ganó el primer premio del concurso internacional para el diseño del billete de cien euros convocado por la Unión Europea. Su obra enlaza de una forma muy personal la abstracción y el minimalismo al reducir a la esencia formal ciertas alusiones semánticas en la más pura ortodoxia de las estructuras primarias.
Manuel Fontanals, de padre ebanista y discípulo de Puig i Cadafalch, desarrolló la vida profesional alrededor de las artes aplicadas, y, sobre todo, de la escenografía, trabajando bajo la guía de Federico García Lorca y Margarida Xirgu, entre otros. Con la llegada de la Guerra Civil, se exilió en Buenos Aires y más delante en Ciudad de México, donde permaneció hasta su muerte y donde consiguió el zénit de su carrera profesional trabajando, con reconocidos honores, para el teatro y el cine y llevando a cabo decoraciones de interiores para tiendas y hoteles de lujo, y de casas de gente adinerada. La estética de sus trabajos es potencialmente modernista dando relevancia a la curva y denotando influencias del expresionismo y el fauvismo en el tratamiento del color, aunque con la emergencia de las nuevas vanguardias fue ajustando su estilo tiñendo los decorados de modernidad contemporánea, donde la luz se convirtió con el tiempo en el factor protagonista de sus creaciones.
El sello identificativo de su obra es un concepto: la duda. Fotografía que surca la incertidumbre. Trabaja con el mundo de las apariencias para cuestionar verdades que nadie refuta. Documenta el marco, lo anecdótico, para hacer creer que algo ha sucedido, aunque no sea así. Juega con la ambigüedad, mediante el mecanismo de la apropiación, para provocar reflexiones sobre la autoría. A través de la escenificación en un marco de influencias idóneas (prensa, museos, publicidad) logra enfatizar que, a veces, las lecturas son erróneas. Además de artista, Joan Fontcuberta es crítico, docente, comisario de exposiciones y escritor, fundador de la revista Photovision. Sus obras han sido exhibidas en museos de todo el mundo, como el Centre Georges Pompidou de París, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York o el Art Institute de Chicago.
Pintor, dibujante y grabador, se trasladó a Nueva York donde permaneció hasta el año 1971. Desde 1973 vive en Cataluña e imparte clases de pintura en la Escuela Massana de Barcelona. En sus cuadros la presencia humana se diluye en una atmósfera densa, de luz ilusoria y mágica. Fontecilla crea formas difuminadas y ambiguas que dan lugar a expresiones vigorosas, virulentas y, algunas veces, sarcásticas; ecos de las pinturas negras y grabados goyescos, de los infiernos de Tintoretto y de las luces irreales de Rembrandt. Recientemente su trayectoria ha adquirido un carácter antropológico a través de la investigación de los sectores marginales de la Ciudad Condal.
Artista multidisciplinar, comenzó la carrera profesional como dibujante a los 15 años, y a los 20 ya era un reconocido cartelista. Llegó a ser uno de los referentes visuales más grandes del anarquismo. Después de la Guerra Civil española se exilió a París, ciudad que le otorgó su barniz cultural, y donde desarrolló otras disciplinas de forma destacada como el grabado o la escenografía teatral. Esta última tarea le llevó a trabajar en ciudades como Ciudad de México, Londres, Roma o Nueva York, y fue a partir de estos viajes cuando empezó la pulsión fotográfica, que no dejó nunca, retratando, a través de la cámara, la faz de un mundo cambiante que en los años 60 estaba en plena efervescencia, e inmortalizaba la rutina y el carácter de estas metrópolis a partir de los rincones más extraordinarios de su geografía humana.
Fotógrafo, escritor y comisario de exposiciones, en las últimas décadas se ha convertido en figura clave dentro de la producción fotográfica a escala nacional. Forma parte de una generación que adoptó e institucionalizó la fotografía como medio de expresión artística. A través de retratos de apariencia casi documental podemos contemplar las transformaciones que las huellas del tiempo imprimen sobre los cuerpos y los rostros humanos. Formiguera intenta apresar el tiempo con imágenes, como el simple gesto de cerrar los ojos, acción que altera toda una identidad.
Estudió en la escuela Eina entre los años 1981-1983 juntamente con artistas como Albert Ràfols Casamada, Francesc Artigau, Xavier Serra de Rivera, Sergi Aguilar, Ernest Fontecilla y Patricio Velez. Desde un inicio figurativo su trabajo desemboca en un universo de formas abstractas, para llegar a captar todo aquello que no tiene forma y que convive con elementos tangibles en un espacio que emana lirismo, color y luz.