Escultor de la fragmentación, fusiona la física y la metafísica universal, la matemática y la mítica, revelando las tensiones entre los elementos más racionales o geométricos y la vertiente más abstracta o emocional de la existencia humana. Su obra, llena de verticalidad, se convierte en un telescopio mental de un universo que se conforma como una trama geométrica, poética. Refracciones mutantes de infinitud de significados que expresan sensaciones calidoscópicas.
Tras formarse en el taller de Ramon Rogent en Barcelona y en la École des Beaux-Arts de París con Marcel Gromaire, Jesús de Vilallonga se marcha a Quebec en 1954, donde realiza la mayor parte de su obra y donde configura un imaginario propio con resonancias del surrealismo, el simbolismo y el manierismo. Alejado de la abstracción y del informalismo imperante en el ámbito internacional, su obra se centra, desde la figuración, en una incansable experimentación que lo lleva a trabajar múltiples lenguajes como el collage, el grabado, la escultura o la ilustración de libros, así como la singular técnica que caracteriza su obra pictórica: la pintura al temple.
Comienza su trabajo en la fotografía siendo muy joven en Francia, donde nació hijo de españoles exiliados. En su juventud, hace reportajes para el periódico francés L'Humanité y trabaja en Canadá y los Estados Unidos, donde entra en contacto con grandes fotógrafos como Paul Strand o Irving Penn. En 1977 conoce a Joan Miró, hecho que determina su interés en la fotografía. A partir de aquí, se ha dedicado a fotografiar los talleres y procesos creativos de artistas de todo el mundo, además de colaborar en diferentes publicaciones de ámbito internacional.
Graduado en Artes Aplicadas y Bellas Artes en Toulouse y en Cracovia, es un artista multidisciplinar que cultiva la pintura, la escultura, la arquitectura y el diseño. Forma parte de la sociedad de artistas Lieu-Commun. Concibe la arquitectura como un reflejo de la evolución de los seres humanos y, a través de la misma, invita a la desconstrucción personal. Parte de una realidad que él transforma, distorsiona y descontextualiza con el fin de provocar un estado de incertidumbre y de reflexión en el público.
Fotógrafo y uno de los principales biógrafos y colaboradores del pintor catalán Salvador Dalí. A partir de los años sesenta, bajo la influencia de uno de los padres de la abstracción lírica, Georges Mathieu, buen amigo suyo, trabajó como cineasta de las vanguardias. Robert Descharnes fotografió a Salvador Dalí durante años. Se conservan unos 60.000 negativos, la documentación gráfica más extensa y completa sobre el artista catalán.
Su estilo figurativo, que diluye mediante una pincelada melancólica y de soledad, queda enmarcado en la corriente realista. Carlos Díaz Pérez retrata con una gran destreza lugares y rincones de ciudades que, captados por una atmósfera mística, nos evocan un noble y efusivo recuerdo.
Iniciado en el mundo de la fotografía, en el año 1979, las obras en blanco y negro de Juan Manuel Díaz Burgos nos evocan una visión particular del continente suramericano. Viajero incansable, sus lugares predilectos y más reproducidos han sido Cuba y Santo Domingo. Nos muestra la cotidianidad y el día a día de la gente al querer captar la voluptuosidad y la pasión que desprenden los habitantes de estos lugares. Instruido en la Universidad Popular, desde el año 2001, ha sido uno de los propulsores del Centro Histórico Fotográfico de la Región.
Pintor, dibujante y grabador, autodidacta de formación. Utiliza técnicas mixtas con acrílicos, y elabora una plástica que rompe radicalmente con la tradición paisajística de su Olot natal. Refleja un mundo ilusorio fabricado con objetos heteróclitos ubicados en interiores arbitrarios. Barajas de cartas, guantes, manzanas, relojes, zapatos, o espejos repartidos sobre un fondo ordenado por geometrías simétricas o en suspensión, de manera, que la forma real de los objetos contrarresta la azarosa disposición espacial. A partir de la década de los noventa proyecta obra pública.