Pintor y pensador que ha vivido en Girona desde su infancia, Jorge de los Santos ha generado un lenguaje artístico profundo y complejo que sigue una metodología analítica de raíz filosófica. Posiblemente las obras más representativas del autor son las telas presididas por el blanco y el juego de volúmenes surgido a partir de los pliegues matéricos. El color albino como símbolo de pureza y de expresión reduccionista coexiste con el elemento formal del pliegue que se contrae y se extiende, se acerca y se aleja como máxima expresión de una naturaleza en constante proceso de transformación.
Pintor y dibujante. Su estilo combina figuración y abstracción. Mediante procedimientos matéricos como veladuras, texturas, o raspados consigue infundir a sus obras un clima de enigma y de melancolía.
En su pintura se observa un permanente horizonte interior, no tanto por el interés en ilustrar idílicas escenas campestres, sino por una voluntad de espiritualizar el pasado. Debemos viajar lo más atrás posible hasta llegar a nuestros orígenes, cuando el mundo era tan sólo naturaleza y paisaje.
Nacido en el seno de una familia aristócrata muy unida al mundo de las artes y letras catalanas, Josep M. de Sucre empezó desde muy joven a frecuentar las tertulias de los cafés intelectuales de la ciudad ―como los Quatre Gats en el centro o el Cafè Tost (después Cafè Monumental) en la Vila de Gràcia― donde coincidió con ilustres personajes como Pau Casals, Eugeni d’Ors o Pablo Picasso. Estas influencias le marcaron a lo largo de su trayectoria convirtiéndolo también en un personaje destacado por su polifacético trabajo en el mundo de la cultura.
Poeta, crítico e impulsor de grandes acontecimientos culturales en la Ciudad Condal como el Saló d’Octubre, Josep M.ª de Sucre empezó su carrera artística a finales de los años 20 con una exposición individual en la Sala Dalmau. Caracterizada por las corrientes expresionistas y primitivas, la obra pictórica de Sucre es considerada el tránsito del modernismo hacia la vanguardia, donde rostros que con expresiones de una profundidad inquietante parecen recluir un mundo en el que la marginalidad nos lleva hacia una interrogación constante.
A partir de técnicas tan distintas como el lápiz, el carbón, la tinta, la pintura o las ceras, la obra de Emilia de Torres desvela el universo más íntimo y expresivo del espectador. Escenas de naturaleza, objetos o figuras femeninas son algunos de los motivos que se repiten a lo largo de su trayectoria.
Escultor de la fragmentación, fusiona la física y la metafísica universal, la matemática y la mítica, revelando las tensiones entre los elementos más racionales o geométricos y la vertiente más abstracta o emocional de la existencia humana.
Su obra, llena de verticalidad, se convierte en un telescopio mental de un universo que se conforma como una trama geométrica, poética. Refracciones mutantes de infinitud de significados que expresan sensaciones calidoscópicas.
Tras formarse en el taller de Ramon Rogent en Barcelona y en la École des Beaux-Arts de París con Marcel Gromaire, Jesús de Vilallonga se marcha a Quebec en 1954, donde realiza la mayor parte de su obra y donde configura un imaginario propio con resonancias del surrealismo, el simbolismo y el manierismo. Alejado de la abstracción y del informalismo imperante en el ámbito internacional, su obra se centra, desde la figuración, en una incansable experimentación que lo lleva a trabajar múltiples lenguajes como el collage, el grabado, la escultura o la ilustración de libros, así como la singular técnica que caracteriza su obra pictórica: la pintura al temple.
Fotógrafo y uno de los principales biógrafos y colaboradores del pintor catalán Salvador Dalí. A partir de los años sesenta, bajo la influencia de uno de los padres de la abstracción lírica, Georges Mathieu, buen amigo suyo, trabajó como cineasta de las vanguardias. Robert Descharnes fotografió a Salvador Dalí durante años. Se conservan unos 60.000 negativos, la documentación gráfica más extensa y completa sobre el artista catalán.
Su estilo figurativo, que diluye mediante una pincelada melancólica y de soledad, queda enmarcado en la corriente realista. Carlos Díaz Pérez retrata con una gran destreza lugares y rincones de ciudades que, captados por una atmósfera mística, nos evocan un noble y efusivo recuerdo.
Alamà
Granollers, Barcelona, 1986