Mercedes Mangrané
FECHA
08/04/2020
LOCALIZACIÓN
Barcelona
(...) Por fin llegó al hueco que buscaba; crecían madroños a un lado y a otro, que le servían de refugio a los pájaros y, en primavera, a sus nidos. Al acercarse a él, se echaron a volar dos faisanes, con un enorme y repentino batir de alas.
A la entrada de aquella imperceptible ondulación de terreno había incluso dos o tres abetos desmadraos, casi del tamaño de un hombre, en donde habían anidado las urracas. Nathanael metió los dedos en aquella especie de sacos vacíos que habían contenido, recientemente, algo de vida.
(…) A medida que aumentaba su deterioro carnal, como el de una vivienda de adobe o de barro releída por el agua, algo fuerte y claro le parecía brillar con mayor intensidad en la cumbre de sí mismo, como una vela encendida en la habitación más alta de la casa amenazada. Suponía que aquella vela se apagaría en cuanto se derrumbara la casa, pero no estaba del todo seguro. Ya se vería, o bien no se vería nada.
Marguerite Yourcenar.
Como el agua que fluye. Un hombre oscuro 1981