El confinamiento no era para mí un problema, pues suelo escribir poesía y por ello me gusta la buena soledad tanto como la buena compañía. El verdadero problema ha sido general: la enfermedad y la muerte causadas por el microcabrón Covid-19 y la crisis económica que seguirá a este confinamiento necesario y un tanto chapucero que se ha hecho. Pero un día u otro tenía que suceder. Yo recuerdo haber leído hace años que unos investigadores chinos se dedicaban a recolectar, en cuevas remotas, virus de murciélago, con fines experimentales. Quizá demasiado experimentales. Trabajaban para un prestigioso laboratorio situado precisamente en la ciudad donde se detectaron los primeros casos de coronavirus Covid-19. Mira qué casualidad.
Cuando se decretó el confinamiento pensé: bueno, aprovecharépara intentar ordenar la casa y tirar al menos algún metro cúbico de papelotes sobrantes, de esos que ya no leeré, aunque me gustaría. Pero no fue así. A la mañana siguiente me desperté hecho polvo, no podía ni levantarme a por un vaso de agua: tenía esa gripe seca de la que tanto se habla. Asíque el primer mes no fue de confinamiento, sino de enfermedad y de convalecencia: descanso, infusiones de tomillo y de cúrcuma, sopas de tomillo y cebolla, gotas de equinácea, gárgaras con gotas de árbol del té y desayunos a base de zumo de limóncon miel y pan con aceite y ajo crudo... Todo muy curativo y por eso estoy vivo. En el segundo mes ya pude trabajar. Mi “nueva normalidad” consistió primero en escribir artículos para “La Vanguardia”, dos series complementarias: “El juego de las siete maravillas” y “Los siete enemigos de las artes”. Lo siguiente fue seleccionar mis fotografías abstractas con vistas a la edición de mi primer libro digamos antológico, que ya era hora. Ajustar en el ordenador el contraste, los colores y la exposición de cada imagen es una actividad mágica y obsesiva que lleva muchas horas. También hice una selección de mis fotos para el portal “Fotografia a Catalunya”, un proyecto estupendo y últimamente atascado.
La siguiente prioridad fue la poesía. En enero de 2019 había entregado a la editorial Vaso Roto mi próximo libro de poemas, que debería publicarse a finales de 2020. Y me entró la duda: ¿Cómo se leerán esos nuevos poemas después de la pandemia?... Hacía más de un año que no los leía , y me llevé una muy buena sorpresa: creo que ahora se van a entender mucho mejor, pues la incertidumbre es un elemento que se encuentra en el trasfondo del libro. Ya me pasó esto en “Antinaufragios” y en “Subespecies humanas”. Las cosas aparecen primero en los poemas, en forma de vislumbres, y más tarde aparecen en la realidad. Y entonces ya no son vislumbres.