El jardín del infinito
Llevaba casi dos meses en Douala (Camerún) cuando me avisaron de Airfrance que iban a cerrar las fronteras: yo iba a regresar en una semana, así que cambié mis billetes y salí esa misma noche hacia Madrid vía París, mi mujer se quedó allí con su madre y su hermano. Nuestra casa está en Alicante pero pasamos mucho tiempo fuera.
En vez de Alicante me quedé en casa de mi hermana en Madrid. Vive en un bajo con un pequeño jardín muy abandonado que tiene un camino por el que corro y camino cada día, lo cual es un lujo en estos días de encierro.
Es genial que el camino tenga la forma del signo del infinito: yo le llamo ahora el “jardín del infinito” y desde él os envío esta foto. Nada mejor que el centro del infinito para poder otear esa nueva normalidad que nos anuncian como a niños y que puede parecer cualquier cosa menos normal.