En febrero de este año, tras la fantástica acogida de mi obra en Seúl, volví a aceptar el reto. Sin embargo, el mismo día de la inauguración, el martes 25 de febrero, el presidente de la república surcoreana declaraba alarma nacional. La exposición estaba montada y nosotros estábamos allí para inaugurarla… y la inauguramos! La organizaron impecablemente y, a nivel de seguridad, tomaron todas las medidas que hoy aquí ya conocemos, pero que entonces eran nuevas para nosotros… Sin embargo, decidimos adelantar el regreso en un avión prácticamente vacío, una sensación muy extraña.
La semana siguiente fuimos a Peralada para poner el estudio en marcha de cara a Semana Santa y retomar mi ritmo de trabajo, pero ya nos tuvimos que quedar aquí. Los primeros días pensaba que no cambiaba tanto mi vida de enclaustramiento y silencio, que es la que llevo habitualmente aquí. Eso sí, echando de menos no ver a hijos, nietos y gente a la que quiero. A la vez esta situación global, dramática y extraña, nos hacía pensar en los demás y unirnos en un deseo común de salvación.
Hace mucho que notamos y sentimos que nuestro planeta estaba dándonos avisos… Ahora hay más silencio, menos contaminación, más recogimiento, pero sería deseable que, con los cambios que se van manifestando, sacáramos alguna reflexión y conclusión en este sentido.
Hace años que estoy trabajando en el libro de la creación y quería darle un empuje estos días. El libro refleja alguna de estas preocupaciones. También he recordado algunas obras de mi exposición "Re-naixement", en la que cuadros como "Réquiem", "Apocalypse" o "La ingrávida" me siguen confirmando, que a pesar de mi carácter positivo y optimista, la confrontación bipolar entre la luz y la oscuridad, y entre la vida y la muerte, es una constante de la que no puedo escapar, y mucho menos en este momento.