París, Francia, 1971
Usando un lenguaje plástico anexionado al arte pop y que circunscribe a una pintura de carácter metafísico seducida por las ideas de De Chirico, reflexiona sobre la relación entre el ser humano y el espacio habitado. Sus composiciones nos ofrecen paisajes urbanos reducidos a la más mínima expresión, sin la presencia humana, sin detalles ni elementos superfluos, y en los que se erige con fuerza una arquitectura sintética de estructuras geométricas. No hay vida, sólo espacios para habitar…, escenografías desmedidas de urbanismo vertiginoso creadas por los humanos que contrarrestan con el aspecto grácil y divertido de unos colores intensos y vitales.